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¿Habrá algo más doloroso que la muerte repentina o prematura de un ser querido?

La muerte inesperada de un ser querido puede despertar en nosotros olas de emociones y una profunda sensación de pérdida. Lloramos, nos dolemos y buscamos respuestas de cómo y por qué pudo pasar algo así. Y, tras el shock y la confusión inicial, comenzamos a sentirnos profundamente solos al ver el vacío que inevitablemente queda después de una muerte.

Pero por malo que parezca, el duelo es un proceso sano y necesario para recuperarnos de una pérdida repentina. Como dice Eclesiastés 3, 4 en la vida también hay “tiempo de llorar”. Dolernos es una parte natural del proceso de superación. ¿Cuánto y por cuánto tiempo? Eso depende de cada persona y situación; no hay un tiempo definitivo cuando se trata de superar una pérdida.

Las cinco “etapas” del duelo

En su libro Sobre la muerte y los moribundos, la Dr. Elisabeth Kübler-Ross describe lo que ahora se conoce como el “modelo Kübler-Ross” para enfrentar el duelo. La autora habla de cinco “etapas” que las personas usualmente experimentan al enfrentarse con la inminencia de su propia muerte, la muerte de un ser querido o alguna situación extrema. (Sin embargo, ella misma reconoce que en algunos casos estas etapas pueden ser simultáneas o suceder en diferente orden, y que algunas personas pueden incluso saltarse algunas de ellas. Cada caso es único; las “etapas” nos son algo rígido, sino más bien aspectos del proceso de duelo.)

Aunque el modelo Kübler-Ross es sólo una de las formas en que podemos entender el duelo, analizar las cinco etapas que la doctora describe puede resultar muy útil:

Negación: Nuestra primera reacción ante una pérdida o una situación extrema probablemente sea pensar que “estamos bien”. No siendo aún capaces de aceptar la realidad, optamos por negar la gravedad del asunto y nos rehusamos a aceptar la pérdida —adoptamos una especie de mecanismo de defensa.

Ira: En algún momento, la negación pude dar paso a la ira. En esta etapa nos cuestionaremos cosas como “¡¿por qué a mi?¡” O pensaremos que “¡no es justo!”. Incluso es posible que demostremos nuestra ira con gritos e impaciencia.

Negociación: Esta etapa ocurre sólo en ciertos casos. Cuando, por ejemplo, nos enteramos que un familiar o amigo va a morir, puede que busquemos alguna manera de negociar con Dios. Tal vez le pidamos desesperadamente que salve la vida de la persona y a cambio le prometemos ser mejores personas, ir a la iglesia todas las semanas, hacer trabajos voluntarios y cosas similares.

Depresión: Quienes enfrentan su propia muerte o la pérdida de un ser querido seguramente pasarán por esta etapa. La depresión viene cuando, después de haber experimentado casi todo tipo de emociones, nos vemos sin esperanza de llenar el vacío. Nada vale la pena. Ya nada importa. Nuestro dolor nos lleva a pensar que no hay nada más que hacer y entramos en un estado depresivo; nos rendimos por completo mental y emocionalmente.

Aceptación: Finalmente, llega el momento en que aceptamos la pérdida. El shock y la confusión ceden un poco y nos damos cuenta de que simplemente no podemos traer a la persona de vuelta (o cambiar nuestro destino, si es que enfrentamos la inminencia de nuestra propia muerte). Pero lo aceptamos, y continuamos con nuestra vida normal, viviendo un día a la vez.

Terreno inexplorado

A medida que avanzamos por las etapas del duelo, puede que pasemos por unas mucho más rápido que por otras. Podemos, por ejemplo, superar el shock y la confusión de la negación sin problema, pero luego vernos atascados en el abismo de la depresión.

Claramente, nuestra meta es llegar a la aceptación. Pero, ¿cómo lo logramos? ¿Podemos hacerlo solos? ¿Pueden los demás ayudarnos a enfrentar el duelo?

Una situación como ésta puede parecernos completamente nueva y hacernos sentir que andamos en “terreno inexplorado”. Y, tal vez, no queramos pedir ayuda por que pensamos que demostraremos debilidad. Pero nada podría estar más alejado de la verdad.

Algunos incluso optan por evadir el dolor con el alcohol o las drogas. Pero, si bien este tipo de estimulantes puede aminorar o disfrazar la tristeza, su efecto es sólo temporal. Al volver de nuestro “escape”, nos encontramos justo donde comenzamos: con la necesidad de enfrentar el duelo.

Recordemos que el propósito de vivir un duelo es llegar a la etapa de la aceptación. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo alcanzar la aceptación?

La verdad es que no existe un método universal. Sin embargo, hay ciertas soluciones lógicas que pueden ayudarnos a superar una pérdida y seguir adelante.

Familia y amigos

Sin duda, nuestra familia y amigos pueden ser una gran fuente de ánimo, consuelo y ayuda en los momentos difíciles. Tener amigos con quienes hablar acerca de nuestro dolor es una muy buena terapia, no necesariamente porque busquemos respuestas en ellos, sino por el solo hecho de hablar con alguien que nos entienda.

Apoyo y guía de Dios

La familia y los amigos pueden ayudarnos a enfrentar el duelo hasta cierto punto, pero la fuerza y la guía de Dios son absolutamente indispensables para surcar las recias aguas de las emociones y el dolor que nos inundan tras la muerte de un ser querido.

Dios es fiel.

Por Vida, Esperanza y Verdad.