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«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios»

07 Mar Posted by in Uncategorized | Comentarios desactivados en «En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios»
«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios»
 

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio
para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la
muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y
comunitaria.

Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y
con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la
medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo
abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.

1. El Misterio
pascual, fundamento de la conversión

La alegría del cristiano brota de la escucha y de la
aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el
kerygma. En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan
concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo»
(Exhort. ap. Christus vivit, 117).

Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que
somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad
nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf.
Jn 10,10).

En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del
«padre de la mentira» (cf. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el
abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como
lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia
humana personal y colectiva.

Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y
cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación
apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado,
déjate salvar una y otra vez.

Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente
en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con
tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez»
(n. 123).

La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por
el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con
fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.

2. Urgencia de
conversión

Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por
el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la
misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor
crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo
de corazón a corazón, de amigo a amigo.

Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal.
Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que
siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la
conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas
distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre
dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para
convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.

Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como
Israel en el desierto (cf. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz
de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y
disponibilidad.

Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más
lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos
pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos
nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.

3. La apasionada
voluntad de Dios de dialogar con sus hijos

El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo
favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva
oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir
nuestra modorra.

A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en
nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio
que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios
de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros.

En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor
nuestro» (2 Co 5,21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer
sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta “poner a Dios contra Dios”, como
dijo el papa Benedicto XVI (cf. Enc. Deus caritas est, 12). En efecto, Dios ama
también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48).

El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre,
mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses,
los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última
novedad» (Hch 17,21).

Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía
y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros
días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.

4. Una riqueza para
compartir, no para acumular sólo para sí mismo

Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa
sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las
numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto
del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los
desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la
tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de
ganancias, que es una forma de idolatría.

Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres
de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados
mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de
un mundo más justo.

Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras
que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su
propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las
dimensiones estructurales de la economía.

Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de
marzo, he convocado en Asís a los jóvenes economistas, empresarios y
change-makers, con el objetivo de contribuir a diseñar una economía más justa e
inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la
Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. Pío XI, Discurso a
la FUCI, 18 diciembre 1927). También lo será el ocuparse de la economía con
este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas

Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María
sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos
reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y
nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo
podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del
mundo (cf. Mt 5,13-14).

FRANCISCO.